Moverse. Sucederse a uno mismo a través del tiempo y los espacios. Fluir, cambiar, detenerse para respirar con una bocanada el aire que impulsa la voz y la sostiene. Ese es el mantra con el que Nuria Pucci habita la tierra.

Ni alta ni baja, ni rubia de morocha, hija de artistas trashumantes, heredera de un legado de tangos y folclores múltiples se crió en todos los continentes. Compartió con sus padres, la reconocida cantante de tangos Sandra Luna y el celista Daniel Pucci, noches alumbradas por otras constelaciones con las que dotó de texturas su voz valorada más allá de las fronteras de su castellano natal. La misma con la que arrulló a Yeshua, su hijo de cinco años gestado en Argentina, nacido en Brasil y criado en ese microcosmos que es el Once, ayer barrio de cuchilleros y hoy patria de mestizajes. Ese chico, mulato, de pelo ensortijado y mirada compradora es como la obra artística de Pucci: una fusión de tradiciones, la mezcla viva de orígenes plurales como las canciones de su madre.

-Me fui a Brasil porque necesitaba tener a mi hijo en la naturaleza. Necesitaba irme desesperadamente de Buenos Aires, nunca me adapté. Su padre no estaba en condiciones de oponerse así que me fui con dos amigas a dedo desde Córdoba y ellas siguieron viaje. – Así, madre soltera en un idioma cercano y extraño a la vez, lejos de todas las casas de su infancia parió en la tierra de la alegría y para ganarse el pan cantaba amamantando sobre el escenario. – La gente me decía que estaba haciendo una declaración política, feminista cuando hacía eso y la verdad es que se daba así. No tenía quién me lo cuidara.-

Vivió en comunidades. Hippies, naturistas, artistas de todos los rubros con y sin rumbo, fumones de todo calibre, personajes de todas las ramas de la espiritualidad fueron sus convivientes hasta que pudo hacerse de algún dinero y de un lugar en la escena carioca.

De porto alegre a Florianópolis. Un año juntando dinero, corriendo la coneja. Show de despedida y de allí a Río de Janeiro por tres años. Cantando, tocando, enseñando canto. Hasta que en uno de esos golpes de suerte o de destino que nadie consigue mensurar adecuadamente el jazz cobra nuevos bríos en la tierra del samba y Pucci, allí, en mitad de la escena. Cantaba en The Maze, un bar propiedad de un inglés visionario dentro de una favela, donde se escuchaba y se tocaba jazz y blues. De allí al tango sólo hay una lágrima de distancia y Pucci, cuya rutina siempre fue mudarse, cruzó la línea y volvió al tango por el que no siempre sintió cariño.

-A los 18 cuando empecé a cantar me dije que no iba a cantar tango porque está podrido, es muy para abajo y lo asocio mucho a mi familia pero a una parte mía le gusta mucho porque es lo que soy. Canté sólo jazz y blues hasta que me ofrecieron trabajo como cantante de…tango. Así que nunca lo abandoné del todo y en Brasil con esas músicas tan para arriba les llamó la atención. Es todo muy suave. No se puede estar up todo el tiempo. Y allá hay canciones viejas muy parecidas al tango así que en un punto les sorprendía y les gustaba lo que yo hacía. Y gracias a eso comía y vivía modestamente donde yo quería.

No le fue mal. Varios sitios web y periódicos locales valoraron su trabajo en parte por ser una rareza: una casi adolescente con la voz de una mujer de 50. Grabó un disco y un dvd. Incluso medios argentinos se hicieron eco de la suerte de una compatriota allende la frontera. Hasta que se aburrió.

-No me fui a hacer una carrera, me fui a otra cosa. Y cuando eso se agotó me volví.-

Movediza, inquieta, huidiza. Pucci tomó a su hijo que sólo hablaba en portugués y volvió a una Buenos Aires que esta vez no la expulsó. Si lo que cambió fue la ciudad o su mirada no importa en absoluto, lo cierto es que luego de cinco años de mucho movimiento decidió ser normal y volver a lo de su madre, hacer proyectos y macerarlos hasta estar a punto.

Y no se quedó quieta. El vínculo con lo espiritual iniciado con un libro escrito por un gurú –regalo de su padre – la llevó a intensificar su práctica del contac, una serie de ejercicios físicos emparentados al yoga en el que se acentúa su aspecto de danza, una forma de reconocimiento corporal propio y de los otros. Por eso más allá del tango y del jazz y del blues y el funk y la bossa también recorre músicas hindúes y africanas. Tal vez por eso es frecuente verla tocar en encuentros de culturas alternativas, al aire libre y con los pies descalzos buscando una conexión con la naturaleza que al común de los seres ni le interesa. Tal vez por eso camina como movida por el viento, con ropas amplias y coloridas. Dueña de un escote profundo los hombres pierden su mirada al verla andar.

-me pierde, me pierde – dice un compañero de noches de música y de las otras – me pierde verla andar y cuando abre la boca te arrastra una tormenta.- Y es cierto. Su risa intempestiva es fuerte y ronca. Dueña de una belleza casi agresiva, sus bucles llegan hasta sus hombros y quien bebe con ella difícilmente gane la partida.

Es complicado encontrarla y difícilmente no esté riendo cuando se la encuentra. Es mal hablada, compadrita y lengua larga. Su exquisito repertorio contrasta con sus modos que sin dejar de ser femeninos recuerdan a esas primeras mujeres del tango laceradas en noches de piringundines de mala muerte. Sin embargo eso no le impidió participar de la tetada que la ONG Liga de la Leche Argentina organizó en el Congreso de la Nación en el que decenas de madres amamantaron a sus hijos frente a los legisladores buscando leyes que apoyen la lactancia materna; ni le impiden morirse de amor cuando habla de su hijo como si fuera una madre común y corriente o una leona enfurecida cuidando el sueño de sus cachorros.

Moverse. Sucederse a uno mismo a través del tiempo y los espacios. Fluir, cambiar, detenerse para respirar con una bocanada el aire que impulsa la voz y la sostiene. Esa es la canción que Nuria Pucci tiene para los oídos y los ojos que aprehendan su arte en continuo devenir. Una canción que lo atraviesa todo, que viaja por el tiempo, que mezcla los sentires y al llegar a un pecho amigo encuentra su lugar y fija su morada

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