Literaturas peligrosas

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Es de noche, tipo 20:30. Está fresco, pero no tanto. Antes de salir del laburo me puse unos calzoncillos largos. Craso error. Ayer funcionaron bien pero hoy no. Me pican. Me detengo a rascarme las partes íntimas frente a un bar pocilguero de Constitución. Siempre está lleno porque no es solo bar. También es pizzería, parrilla, panchería y despensa de prostitución y también otras cosas poco claras. Las chicas se sientan al fondo, en una mesita. A decir verdad, no son chicas. Son señoras que deben estar en el oficio desde que más o menos se fundó. Nada que decir; cada quién para la olla como puede. Aparte, si están es porque clientes no les faltan y en ciertas áreas de la vida la experiencia y la maña valen más que la fuerza y la turgencia.

Embarbijaciones

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En pampas en donde parar la olla es el desafío diario, el mangazo es pan de cada día. Te manguea una moneda para el vino la monada que hace esquina. Te manguea un pucho un cualquiera en la parada del bondi. Te manguea un limón el vecino y te manguean un trago si te ven con el fernet recién servido en la puerta de tu casa en navidad. También te manguean la billetera, la mochilla y las llantas si andás por donde no debés; eso no es estrictamente un mangazo pero a los efectos es igual. Te quedás sin algo que tenías.

Norma

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El chófer hace señas. Pueden subir dos. Subimos diez. Voy fundido contra el vidrio de la puerta. Casi lo dejó ir pero en la parada había una veintena de personas y un ambiente de que la espera era para largo. Mala mía, en lo que tardamos en acomodar a la monada cae otro 96 semirrápido vacío donde se puede correr, jugar al paddle y dormir cómodo. Encima, tiene aire, la concha de dios.