Plaza de perros

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La fiesta, en kathan city, como en tantos otros barrios, terminó con gente en pedo durmiendo la mona en las esquinas, afanos, heridos por fractura de craneo expuesta luego de caer de lugares varios y variopintos. Al final, unos antipátrias los constructores de mástiles de banderas, cómo no prever que la muchachada se treparía en ellos ante la pujante gloria nacional que llevamos en el ADN patrio. Los constructores de puentes la tienen más fácil, la gente brinca de ellos desde mucho antes que estuvieran entre huevo y huevo los constructores del Taşköprü, en Adana, un montón de piedras sobre el río Sayhan que los lugareños utilizan como atracción para vender postales a precio de euro blue. Los constructores de mástiles no, tienen que remarla como cualquier hijo de vecino, porque treparse en el asta bandera de una plaza es cosa -dicen- de la hiper modernidad líquida dónde todo fluye, viene y se va con rapidez, sobre todo la inteligencia. En especial, si antes de treparte en un caño de 15 metros, te clavás un cajón de cerveza con sandía, de puro sediento. Pero quién es uno para juzgar la alegría popular, ¿Clarín? ¿La Nación, acaso? No, señor, pobre pero digno.

Un sueño

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A veces me tomo el 159 en Paseo Colón para ir a la facultad. El cartel dice B/G. Le dicen “la blanquita”. Tiene un servicio semirapido que te arranca la cabeza con el boleto y un servicio común que hace lo mismo y además te hace un city tour. En Sarandí, sobre el acceso sudeste y la calle Dr. Hector Sander hay una plaza.