Domingo. 3 de la tarde. Morón. Un calor de la san puta. La gente en la parada está fastidiosa, en silencio, pero fastidiosa. El 236 tarda en llegar. No hay movimiento en la calle. La parada está un poco alejada de la estación de tren. El ordenamiento de todos los recorridos es según el orden de importancia de destino. Ergo, González Catán está a lo último, allá, lejos.

Suena una voz, imperativa, decidida, con un uso correcto de los constructos lingüísticos. Es un Predicador. Comienza bajito y va subiendo el volumen. Inicia su discurso evangelizando contra Cristina, dice que por ser mujer es un instrumento del diablo. Que todas pierden al hombre. Que no hay modo que una mujer sea más inteligente que el hombre por eso el precio del boleto pasó de $1.20 a $4 en su gobierno. Se para en la calle, a unos metros de la fila. Nos mira a todos, en especial a dos chicas adolescentes vestidas a la moda, es decir, que no dejan nada a la imaginación. Empieza a mover la biblia que lleva bajo el brazo. Es viejo, tiene el pelo cano, con raya al costado. Usa una camisa de mangas largas blanca, medio amarillenta. Los pantalones negros no son de verano. Sus zapatos han tenido épocas mejores. Tiene la piel pasada de sol, transpira a mares y los ojos casi no se le ven.
Su prédica misógina derrapa hacia un fascismo caricaturesco que al mismo Giovanni Gentile le hubiese parecido indignante. Cada tres sentencias cita pasajes de la Biblia. Solo reconozco dos y los cita mal.

Las chicas comienzan a incomodarse y se me acercan, por las dudas. Me la veo venir. Tengo calor, me duele la panza, no tengo batería en el celular y soy el nuevo defensor de pobres y ausentes. En la fila nadie dice ni mu. Del otro lado tengo parado a un viejo que empieza a putear por lo bajo porque dice que con Cristina se compró una heladera y la mujer se jubiló. Asiento por compromiso y espero que no levante la voz. No tengo ganas de presenciar una discusión con un loco iluminado.

Cuando las pibas están a una chispa de prenderse un porro obsceno llega el colectivo. El iluminado les mira el culo. Las pibas guardan el faso. Subo. Hay aire acondicionado. El iluminado no sube. El colectivo arranca. Es de no creer.

Me cierran el bar. Chauchas.