En cama desde el sábado pasado. Fiebre alta, dolor de articulaciones, nauseas, dolor de cabeza, desgano, dolor de garganta. Me quedo en acostado. Tomo cualquier porquería con forma de pastilla porque seguro no es más que una gripe barata. Me banco el dolor de cintura de tanto estar acostado porque otra no me queda. Llega el lunes, sigo sientiéndome mal. No voy a laburar. Ese día no la paso tan mal pero a la noche la tengo que parir. Mi vieja llama al médico de la obra social. Viene como a las dos horas, rápido teniendo en cuenta que vivo donde vivo.

Son las dos de la matina. Tocan timbre. Es una médica. Una hermana latinoaméricana de un ébano caribeño. Edad indeterminada, gigante, corpulenta, cara de pocos amigos. La hacen pasar. Entra con un enfermero de unos treinta y pico que flashea con mi colección de latas y mis libros pero no dice ni pio. La doctora hace las preguntas de rigor, controla lo que hay que controlar y me tira «Faringitis». Ok, no era gripe, mala mía. Pero como quien no quiere la cosa agrega «también es época de dengue, y tienes todos los síntomas, así que si sigues con fiebre alta otros 3 o 4 días te sugiero que vuelvas a llamar o hagas un control. Ah, y ventila la casa porque puedes contagiar a todos y es peligroso». ¿Qué? ¿Dengue? Entiendo que donde la doctora debe haber nacido eso puede ser tan común como un resfriado pero esto es González Catán, no el delta del Me-Cong ni las orillas del Irirí. La mina lo tira así y arreglate. Ok. Hace un par de días flasheaba inmortalidad y ahora resulta que me voy a morir de una enfermedad de selvas latinoamericanas cuando lo más cerca que estuve del trópico fue una vez que una ecuatoriana me dio unos besos en un boliche de Adrogué en el año 2004. Ahora resulta que por culpa del capitalismo y el cambio climático voy a estirar la pata tan joven y sin haber amado.

Ni siquiera voy a poder morirme con glamour, no, resulta que ahora soy un puto apestado de dengue, zika, chikunguña, fiebre hemorrágica de las pampas o andá a saber qué otras porquerías ultravirósicas. Hay gente a la que la pica una araña radiactiva y hace carrera en la cultura pop, a mi me pica un mosquito con el GPS estropeado y me muero tomando seven-up sin gas y comiendo manzanita rayada. Es como siempre digo, tengo tanta suerte que pongo una clínica de abortos y los evangelistas llegan al poder. Al menos voy a tener la suerte de morirme antes de ver eso.

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Actualización: bajó la fiebre, parece que no era dengue. Igual sigo dando lástima.