Estoy sentado en la fila del fondo. A la derecha tengo a una señora que huele a coco y vainilla, como si en lugar de carne y vísceras los dioses la hubiesen fabricado con el cucurucho de los helados. Más allá, un flaco se saca los mocos compulsivamente con la mano. Debe ser buen pibe, va leyendo unas fotocopias de la facultad de sociales con el Anti dühring de Engels.

A mi izquierda, contra la ventanilla, va una flaca como de 30, con una camisa semitransparente con la impresión de unas rosas que apenas le ocultan las tetas. Imagino que cualquiera que la tuviera de frente directamente le ve los patys. Desisto del intento porque entre el sol que me pega de lleno y la discreción me voy a quedar ciego si sigo mirando de costado. Tira mensajes a lo pavote. Y bufa. Bufa mucho. Resopla con fuerza. Junta aire y hace fuuuuuuuuuu poniendo trompita. Tiene los labios pintados de rojo mate. A la altura de la General Paz se pone a lagrimear y el rimel le abre dos canales de Panamá a cada lado de la nariz. Como la tiene repingadita parece el Monte Fujii con dos arroyos de alquitrán al costado. En un momento tira un audio

-Boluda, me canceló otra vez. Dice que tiene que hacer horas extras pero siempre lo mismo. Si no es el laburo, son los padres que están viejos. Sino tiene que arreglar el auto tiene que estudiar. ¿Nunca va a estar disponible? Seguro se va con alguna zorra. Te lo juro.

La supuesta boluda tiene la gentileza de no responderle con un audio sino con un mensaje así que sigue dándole al celular como si la vida le fuera en eso.

El colectivero se acuerda de prender el aire recién cuando una vieja que va parada adelante amenaza con vomitarnos a todos. Por las dudas, la señora cucurucho avisa a viva voz que si huele algo feo ella tiene su perfume y lo va a usar. Estamos sobre la línea que separa al hospicio de cólera de la fábrica de chocolate de Willy Wonka.

La flaca de la izquierda sigue bufando hasta que deja de escribir. Se le ilumina la cara. Se seca las lágrimas. Manda un audio
-Boluda, dice que me ama. M-e-a-m-a, entendiste? Me lo escribió. Ahora hago una captura y te la mando.

Saca de la cartera una bolsa llena de maquillaje para arreglarse el escracho. Para celebrar se tira un perfume cuya botella es un cuerpo de mujer. El pibe del Anti dühring empieza a estornudar. La señora cucurucho, también.