Kathan city. Parada, sobre la ruta 21. Frío de la hostia. De algún lugar sale un tipo tironeando a un caballo con una cuerda larguísima atada al cuello. El animal es una bestia gigantesca, sub alimentada y con un humor de mierda. Amarronado. Sin silla, anteojeras ni bocado.Vamos a decirle desnudito. Fácil, dos metros desde la cabeza al suelo. El tipo está emponchado, gorrita con el logo de Pepsi de los años 90. Le grita al pobre bicho que camine, pero no hay caso, se empacó. El tipo quiere cruzar la ruta. El caballo se niega. A fuerza de tirar y tirar, lo convence o más bien el caballo decide darle el gusto para que no le rompa las pelotas. Se nota que está herrado por el ruido a metal de los cascos en el asfalto. El tipo le da la espalda y encara para la verdulería que hay en una esquina. El caballo apura el paso con un trotecito silencioso y le pega al tipo un cabezazo en mitad de la espalda. Nadie se la vio venir. El tipo sale volando y cae en mitad de la calle de tierra. Se le sale la gorra. No levanta polvo porque antes de ayer llovió a morir y si bien no hay barro la tierra no está del todo seca. Si hubiese ocurrido en verano el tipo terminaba en una duna de polvo y hollín de la ruta. A los que estamos viendo la escena, unos diez en la parada y otro tanto en la verdulería, al otro lado de la ruta, nos une el cagazo de que el matungo se enfrasque con el tipo y lo pisotee. Se lo cargaría en dos segundos porque a pesar que se le ven las costillas debe pesar 300 kilos. Debo a estar a 20 metros y aun así puedo verle con detalle unos ojos marrones brillantes, del tamaño de un puño. Nadie atina a moverse. Ni el tipo boca abajo en la tierra, ni el caballo ni los que contenemos la respiración por lo que puede venirse.

Pasa un ciclomotor al corte, haciendo ese ruido espantoso ta, ta, taaaaaa con dos albañiles arriba cargados de herramientas. El que va atrás lleva una pala cruzada en la espalda como si fuera una espada ninja. El caballo gira la cabeza. Se yergue en sus patas traseras, relincha como el caballo del llanero solitario y vuelve a bajar. Se queda quieto. Se calma. Los albañiles se pegan el cagazo de su vida, pero ni se desvían ni se detienen.

El tipo en el suelo nunca soltó la cuerda. No le hubiese servido de nada. El caballo se le acerca, agacha la cabeza, hace un ruido, como un rebuzno y lo topa. El tipo se levanta, se sacude la tierra pegada, le dice algo y le acaricia la cabeza sin temor. El caballo le muestra los dientes y camina a su lado. Todavía con la ropa medio revuelta el tipo trota unos metros, salta una zanja y entra en la verdulería. La gente le habla, pero desde donde estoy no hay forma de saber qué le dicen. El tipo le dice algo a la chica que atiende. La flaca agarra de un cajón dos manzanas gigantes, de esas que son pastosas y no le gustan a nadie, y se las da. El chabón vuelve hasta el caballo y le pone una en la boca. No le come la mano de copado que es y porque ya se le pasó la bronca. Hacen unos metros y lo ata a un poste de luz sobre la ruta para que se manduque unos yuyos de mierda que crecen junto a la basura. El tipo se prende un pucho y se aleja unos metros. Por las dudas.