Ardiente paciencia

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No podía no pasar…otra vez. Son las 10 de la noche y aun así hacen treinta y pico de grados. Hay una cuadra de cola esperando el colectivo. En el lapso de tiempo en que debían pasar 3 no pasó ninguno. Los ánimos están caldeados. Por mucho menos le cortaron la cabeza a los reyes de Francia o derrocaron a Batista. La falta de morfi los primeros años de vida, el abuso de sustancias variopintas y una pobre formación en praxis política deja a la mayoría lejos de cualquier aspiración reivindicatoria. Al llegar el bondi un grupo de gente bebida acusa a otro grupo de gente bebida de querer colarse. No queda muy claro si es cierto o no. Se carajean de tal forma que haría que cualquier lingüista, semiólogo o estudioso del castellano medianamente competente sufriera una erección, es decir, sin consonantes. Se adivina el insulto más por el tono que por las palabras propiamente dichas. He aquí -pienso- la apropiación creativa del idioma de nuestro señor el rey de España, Dios lo tenga entretenido en sus matufias familiares y no lo suelte. Suben ellxs y subimos el resto. Siguen bardeando. Como amenazan con cagarse a palos arriba del bondi tenemos que esperar veinte minutos largos para que el chofer se digne a salir.

Lila

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Lila es millennial que es lo mismo que decir que nació bien entrados los años 80, que todo la ofende un poco, que no suelta el teléfono ni medio segundo y que siempre tuvo laburos de mierda y mal pagos, hasta ahora.

Lila sabe todo eso y no para de quejarse pero la verdad es que es una treinteañera de clase media que siempre tuvo lo que quiso incluido el cumple de quince pagado en 24 cuotas y el viaje a Disney en 48. Cambia el celular cada dos años y aunque se las da de popular por veranear en hostels de marihuana friendly en provincias poco turísticas opina que la costa argentina tiene un agua asquerosa y que no hay como las playas de Brasil.

De Rusia con amor

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Hace unos días cruzaba la 9 julio a la altura de la calle Chile. De pronto, lo veo ahí tirado. La forma y el color me recordaron a los viejos DNI libritos del año del pedo. Pensé

-Se la pusieron a un jubilado y descartaron los documentos- ya que en esos boulevares los amigachines de lo ajeno suelen fraccionar sus botines. Me acerco y lo levanto. Error. Era un pasaporte. Un pasaporte ruso. Un pasaporte ruso de una bebé nacida en la Argentina en abril del 2022, de padres rusos. Carne para los trogloditas esos que siempre se están quejando de las extranjeras que vienen a parir al país porque acá somos mejores seres humanos que, por ejemplo, esos locales del pro y la Unión Cívica Terminal.

Plaza de perros

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La fiesta, en kathan city, como en tantos otros barrios, terminó con gente en pedo durmiendo la mona en las esquinas, afanos, heridos por fractura de craneo expuesta luego de caer de lugares varios y variopintos. Al final, unos antipátrias los constructores de mástiles de banderas, cómo no prever que la muchachada se treparía en ellos ante la pujante gloria nacional que llevamos en el ADN patrio. Los constructores de puentes la tienen más fácil, la gente brinca de ellos desde mucho antes que estuvieran entre huevo y huevo los constructores del Taşköprü, en Adana, un montón de piedras sobre el río Sayhan que los lugareños utilizan como atracción para vender postales a precio de euro blue. Los constructores de mástiles no, tienen que remarla como cualquier hijo de vecino, porque treparse en el asta bandera de una plaza es cosa -dicen- de la hiper modernidad líquida dónde todo fluye, viene y se va con rapidez, sobre todo la inteligencia. En especial, si antes de treparte en un caño de 15 metros, te clavás un cajón de cerveza con sandía, de puro sediento. Pero quién es uno para juzgar la alegría popular, ¿Clarín? ¿La Nación, acaso? No, señor, pobre pero digno.

Iluminate

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Caballito. A unas cuadras de Acoyte y Rivadavia. El gentío está a un paso de cortar la avenida. Extrañamente no reclaman nada, no se quejan de nada. Están celebrando. Lo curioso es que celebran cosas distintas. Unos, que egresan de la escuela cheta y de misa diaria que está frente al parque. Ochenta púberes pre adolescentes saltando, gritando y mandándose mano no tan a escondidas. Otros, que se recibieron de algo y salen haciendo trencito del Starbucks. Son como veinte. Como la vereda es estrecha avanzan sobre la avenida hasta ocupar casi la mitad. Hay un embotellamiento de la hostia y bocinazos ensordecedores. Por Campichuelo doblan unos flacos con facha de partidito de viernes con los pibes que arengan a la selección, cantan que en Brasil son todos putos, que le ganan a Francia y vuelve Cristina. Salen unos cuantos chiflidos de algún lado. O de varios. Los flacos se detienen, de golpe. Miran envalentonados. Nadie recoge el guante. Por suerte no retrucan. Siguen caminando, pero sin cantar. Les pincharon la onda.

El sermón de la montaña

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Hablan de la aceptación corporal, pero se operan a diestra y siniestra para sentirse mejor.

Hablan contra la academia, pero desde su puesto en la academia.

Te dicen que el periodismo comercial es una caca cuando hicieron fama, prosperaron y amasaron prestigio en el periodismo comercial.

Se embanderan de feminismo sin teoría ni lucha (y más de una por conveniencia y más de dos para posar de progres).

Enarbolan nuevos sistemas de gobierno pero vacacionando en la isla Margarita all inclusive.

Van de arte en arte y de fórmula en fórmula esperando pegarla pero hablando de independencia creativa.

Convocan al amor y a comportarnos sanamente pero hablan pestes de sus ex sin autocrítica y en plan víctima inocente.

Los efectos del calor para tu piel de verano mundialista

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Borges decía que apenas se nombraba a los camellos en el Corán porque se caía de maduro que andaban por ahí por eso decir que el bondi está hasta las tetas es lo mismo, una redundancia. Por lo mismo sorprende que, en Evita city, cuando el fercho se niega a abrir la puerta, una nenita de unos 16 o 17 años comienza una batalla a patadas contra la puerta. La nena, vestida de trapera con una sutil mezcla entre el estilo de L-Gante o el Duki, es de contextura pequeña. Lleva los ojos hiper delineados y quiere subir a cualquier costo. Queda claro que tiene los ovarios llenos de esperar, pero a diferencia de los otros 30 que se cubren del sol con la sombra del refugio, ella decide hacer algo. Es cierto, poco útil y elegante, pero algo. Como el embotellamiento no afloja la nena se pasa más de 5 minutos meta patada, golpe de puños y escupitajos contra la puerta. Un trajeado se acerca para intentar calmarla pero la piba le dirige una mirada de desprecio, semejante a la que deben dirigirnos los dioses cuando nos escuchan pedir boludeces, como ganar un partido, la inmortalidad, tener sexo con modelos y esas cosas.

Sadako

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Tren Roca mano a capital. Pego asiento al lado de un trajeado que lleva un ramo de rosas rojas que debe valer un potosí. En alguna estación entre Bernal y Sarandí sube un chabón con una especie de changuito tuneado. Lleva un parlantito chico, pero pulenta, con lucecitas de colores. Entra al vagón al grito de

-Vamos a romperla, chiques.- Y empieza a cantar como si estuviese solo en la ducha de una casa en mitad del desierto de Negev.

Jugueterías

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Tengo una amiga desde hace varias vidas atrás. Hace rato que no está en pareja y para evitar que reincida con un chongo policía le compré un juguete sexual por su cumpleaños. Hay confianza para eso. Voy buscarlo. Es un sex shop de la calle Maipú, dentro de una galería. Me había parecido raro que al googlear la dirección el sitio web hablara de “video cabinas”. Pensé en Michael Foucault que solía frecuentar en los setenta los prostíbulos para homosexuales sadomasoquistas de California y en dónde, sugieren algunos estudiosos, germinaron sus ideas sobre la naturaleza del poder. No sería de extrañar, el poder primero te pega y luego te coge. Pero tengo la impresión de que esos antros son demasiados sofisticados para nuestra idiosincrasia medio mojigata y nuestra economía medio pelo así que no los doy por viables acá en la pampa húmeda. Seguro que le chingo y seguro que por eso sigo pobre.

La moda como una de las bellas artes

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Como la edad que tengo no es nada barata mí memoria alcanza hasta tiempos en los que no era tan habitual como ahora que los diarios te explicaran paso a paso cómo amasijar presidentes; o sí, pero eran más discretos. En esas épocas, con la excusa del currículum oculto y aquello de formar al educando para el mundo laboral, te obligaban a ir al colegio de punta en blanco. En la puerta se paraba una preceptora o algún otro con cargo institucional y te miraba la facha a ver si te encontraba algo en órsay.

Reflexiones de un señor de cuarentaipico que todavía cursa II

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Uno de los problemas de cursar un profesorado en una universidad es que se tienen compañerxs que ya son docentes. Al parecer, el solo ejercicio de la profesión les hace creer que eso lxs autoriza a hablar más que el docente, a interrumpirlo, a cuestionarlo, a cuestionar a los autores -cosas que no están mal- pero, sobre todo, a contar sus anécdotas de clase, lo que es infumable porque rara vez ilustran el tema tratado, sino que emerge para satisfacer el ego y el deseo de reconocimiento.

Palmeras

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Alguien, tal vez esperando que Constitución se convirtiese en una sucursal de Palm beach, plantó palmeras sobre la calle Salta. Quizás la falta de playa y de un clima más benigno hizo que la cosa fuera distinta. El barrio no prosperó mucho que digamos en el sentido turístico pero las palmeras crecieron. En lugar de dar sombra y cocos sirven, según la hora, para apoyarse, para tirar basura, para orinar, vomitar o, si los usuarios están muy apurados, para echarse un polvo incómodo a la vista de todos. Para el ojo atento sirven, también, como indicador de si vas a viajar o no sentado.

El origen del mal 2: ahora es personal.

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No solo recortaron la frecuencia de los servicios de colectivos sino que achicaron el horario de actividad así que si antes viajar era un descenso a los infiernos ahora es una expedición en busca de la moral macrista. Más paciencia, más guita, más violencia y, por supuesto, menos sueño porque si querés llegar tenés que madrugar. Así que los ánimos están caldeados desde el vamos.

Humberto

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En Humberto Primo y Lima hay una estación de GNC que no pertenece a ninguna franquicia en particular. Gas Pirulo por llamarla de algún modo. Hace mil años que está en esa esquina. Es un lugar de encuentro de taxistas. Ahí toman o devuelven los turnos de laburo, lavan los autos, se toman un café. Mi abuelo, que en sus últimos años fue tachero, paraba ahí a clavarse los choripanes radiactivos que el médico le había prohibido terminantemente. La parrillita que tenía a un costado desapareció poco después de su muerte. Creo que el viejo era el que les mataba el hambre.

Fra noi

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El loco saca un parlante y se pone a predicar mientras rapea. Me lo veía venir porque desde que subí revisaba un nuevo testamento y lo memorizaba entre dientes. También porque tiene cara de haber estado una o dos temporadas en una granja. El tipo tiene cierto talento para la rima. No es Olga Orozco, claramente. Tampoco Jaques Prèvert. Le falta bagaje lexical pero nadie nace sabiendo. Lo que dice, en términos místico-religiosos, es de una inocencia voluntarista que a la larga siempre termina en cruzada genocida o irrelevancia desesperanzadora. Él flashea buenas vibras y el advenimiento de un mundo mejor, como todos los chotos del mundo, vamos a decirlo.

El kairós

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En estos tiempos, por pobre que seas, algún medio consumís. Y todos tienen algún espacio noticioso, de información práctica: hora, temperatura, estado del tránsito. Cuando ocurre algo un poco fuera de lo común insisten con eso hasta freírte la atención, en especial si es para criticar al gobierno o al monopolio de turno. Entonces, que se te ocurra salir con todos tus hijos un día en donde apenas hay colectivos ¿en qué te convierte? ¿En una persona con capacidad intelectual diferente? ¿Con dificultades cognoscitivas? ¿En una inconsciente que somete a sus propios hijos al sufrimiento de ser pisados, zarandeados, casi asfixiados dentro de colectivos repletos donde la gente se insulta por el espacio, escupe a los colectiveros, se carajea con los que no pueden subir?

Chino Farmer

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Puerto Madero. Bar cheto de esos que dan al dique. Entré a tomar un café, pero no había. Con la excusa del dólar me ensartaron un Campari con descuento. Sale 3 veces más que el café y se nota que lo hicieron de mala gana. La moza tiene el barbijo colgando de una oreja. Lo usa así porque sabe que con su cara de modelo europea te convence hasta de votar a Espert. Afuera hacen 10 grados pero ella está con una remerita que le deja el pupo al aire y dice Curazao en letras de neón. En un discreto reboleo de ojos le noto los pezones en punta y la piel de gallina. Da saltos, se mueve rápido de mesa en mesa y hace bailecitos al son de la música caribeña que suena de fondo. El barman está igual. Vestido como si estuviésemos en Puerto Vallarta el tipo se frota los brazos tratando de aflojar el frío. Tiene gafas oscuras, camisa floreada, pelo en pecho con cadenas doradas que le cuelgan y una larga colita rastafari que le llega a la cintura. Supongo que los obligan a estar sin abrigo para estar en consonancia con el look centroamericano del lugar. Igual, se lo merecen, porque en la carta hay un trago que lleva café. ¿Así que hay café para ponerse en pedo gastando una fortuna pero no café para tomarse un cortado? Ojalá les de la viruela del mono por especuladores del orto.

El nuevo negro (variaciones sobre un mismo tema)

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Ahora dicen que morirse está de moda. Y tienen razón. De un tiempo a esta parte la práctica de dejar de respirar de forma definitiva se hizo popular, en especial en el segmento de la tercera edad, pero no solo circunscripta a ella. Con excusas tales como el covid, el cáncer, o la insuficiencia renal miles, cientos de miles, incluso millones de personas alrededor del mundo se dan a la banalidad de sacar a relucir su blanca palidez. Luego, en un gesto egoísta y mezquino de su parte, le dejan a sus seres queridos la tarea de enterrarlos, las deudas por pagar, los llantos por llorar.

Extravío

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Sube poco más allá del centro de Kathan city. A simple vista se nota que tiene las facultades mentales alteradas. No está bien. Es viejísima. Viste una docena de prendas, pero todas de verano o de hilo, que no sirven ni de chiripa para protegerla del frío que hace. Lleva puesto un pantalón de gimnasia con el elástico roto y lo sostiene con la misma mano con la que lleva una bolsa que parece pesadísima, no por lo grande sino por el ruido a metal que hace cuando la mueve. Con la otra mano se sostiene y manipula un fragmento de varilla de construcción de unos 20 centímetros que agita como si fuera una varita mágica cada vez que el colectivo frena en un semáforo. Tiene, como si fuera poco, un problema de obesidad.