Hace unos días cumplieron 20 años de casados. Hicieron una reunión chica, para la familia, los íntimos y un grupete de 4 o 5 más. No sé a qué categoría pertenezco, pero resulta que los conozco a los dos desde mucho antes del casorio y caí en la volteada. Me invitaron y quedaba feo no ir. Fui, les llevé un vino y me acobaché en un rincón donde tienen una repisa con libros y discos a ver si podía robarme algo. También para preservarme. Tuve algo con la hermana de ella hace varios lustros y la cosa no terminó bien. No era el único en la reunión en esa situación, otros dos pibes presentes, la misma historia. Incluso creo que una flaca, que estaba del otro lado de la mesa y a la que solo cruzo en cumpleaños, casamientos y velorios también tuvo algo con ella. El creo es un eufemismo, todos lo damos por hecho, pero el tema nunca se tocó. Fue hace mucho y eran otros tiempos, de eso no se hablaba.
La hermana de la dueña de casa, llamémosle Sarah, llegó despampanante, a los gritos, haciéndose ver. Solo faltaba que dijera
-Admiradme!
Entró aferrándose al brazo de un tipo, su novio. No lo soltó en toda la noche. Y toda la noche habló de él. Y él, ni mú. No le conocimos la voz. Que él esto, que él lo otro. Que títulos, que viajes, autos, cruceros. Que criptos, que inversiones, que alquileres. El tipo un flaco común y corriente. El mejor, un campeón para el éxito. De esa gente que se levanta a la mañana con ideas de cómo hacer guita. Yo no encuentro una alternativa barata para ahorrar en shampoo. Todo el relato, por supuesto, documentado en Instagram con las playas más características que las cuotas en dólares puedan comprar.

Mientras la flaca se jactaba de los logros de otro el resto, ex y parientes, cruzamos miradas como preguntándonos si eso era apropósito o no se daba cuenta. Desconecté de la charla cuando empezó a monologar sobre ir al mundial porque le hace ilusión usar velo como en las novelas turcas.

Si no me conociera me preguntaría qué me gustaba de alguien como ella, pero la respuesta estaba ahí, en su escote Urbi et orbi, acomodado con precisión quirúrgica para incomodar. Los dueños de casa, los de los 20 años de casados, me contaron que hace un tiempo cometieron el error de ir con Sarah y su novio de aquel entonces a Brasil. A ese también lo conozco, estaba invitado a la reunión, pero no fue, se sospecha que su actual pareja no quería cruzarse con Sarah. Pusieron de excusa que estaba descompuesta por un embarazo de cuatro meses, pero los opas subieron durante la noche una foto comiendo papas con chedar en un bar de Adrogué y se hicieron acreedores, por boludos, de una sacada de cuero padre. Una pena porque creo que a varios nos hubiese gustado ver la cara de Sarah ante la panza de la otra. Uno también es un mala leche, para qué negarlo.

El asunto es que, en Brasil, en plan vacaciones familiares, con chicos, suegros de un lado, suegros del otro y todo el rejunte, Sarah se emputeció con que quería hacer toples y lo hizo; pero en una playa común que no estaba habilitada para eso. Y quería apretar fuerte en la arena, y lo hizo, adelante de todos. Cuando apareció la policía para acomodar un poco las cosas -porque la alegría es Brasilera pero la policía no lo sabe- les hizo tanto escándalo que tuvieron que hacer una vaquita para pagarle la coima a los agentes y que los dejaran ir. La otra opción era caer todos en cana, abuelos, nenes, parejas. Y las comisarías de Brasil tienen fama de ser peores que las de Aldo Bonzi.

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Los dueños de casa, Roto y Descosida, se casaron muy pibes. Tuvieron mil idas y vueltas luego de poner el gancho, pero nunca pasó a mayores. Algo que no se dice cuando se habla de la institución familiar es que no deja de ser una unidad de negocios. Una pequeña empresa donde la sociedad que la gerencia está compuesta por accionistas que van haciendo inversiones con el fin de aumentar la productividad y la ganancia. Y como en una empresa, no es tan sencillo agarrar la plata y mandarse a mudar cuando uno está del ojete con el otro. Puede ocurrir que alguien quiera comprarte las acciones, pero la negociación de transferencia de activos entre vos y el amante de tu pareja sería algo digno de verse. Un hijo ¿Es un activo o un pasivo? Vaya uno a sabe’. Habría que preguntarle al novio de Sarah.

Roto y Descosida más de una vez evitaron separarse porque les daba paja discutir quién se quedaba con el auto y con la casa. Se cagaron un montón, de un lado y del otro y lo vivieron con esa culpa mentirosa que arrastran los infieles hasta que, sin hablarlo, cada uno por su lado, se convenció que no iba a dejar de suceder, que bastaba con ser discretos, prolijos, responsables. Incluso había que seguir garchando para que estuviera justificado compartir una cama. No sé si ellos mismos lo saben, pero apuesto a que siguen juntos por el sexo. Ambos comen de otra cucharita, pero el postre principal parece que es casero. Y todo esto mil años antes del poliamor, las relaciones abiertas y el felices los cuatro. En ese sentido son admirables. Hay que tener los patos muy en fila para que eso se sostenga en el tiempo.

Cuando escuchen que el mundo es un pañuelo créanlo porque a él lo enganché una vez saliendo del hotel alojamiento que está en Jean Jaurés y Bartolomé Mitre, en Once. Cuando me vio le agarró un ataque de risa y tuvo que frenar el auto. Yo seguí, estaba apurado.

Otra vez, iba en el bondi de Merlo a Pontevedra. No es un camino que haga seguido. En algún lugar subió un conocido. Un flaco que iba a cuarto año cuando yo estaba en quinto. No fuimos amigos, pero había buena onda. Media vida sin verlo. Nos saludamos, empezamos a conversar y en un tiro me cuenta que había tenido una historieta con una conocida mía. Hablaba de Descosida. No sabía que aún manteníamos vínculo más o menos estrecho. Alto flash. Me hice el boludo. Tiempo después Descosida se enteró de esa charla y me llamo solo para agradecer que no haya dicho nada. Tampoco me importaba tanto. En agradecimiento siempre que nos vemos me hace torta fritas. Me parece un trato justo.

Cuando la cena estaba terminando y las botellas se apilaban en la mesa trajeron una torta con veinte velitas. Sarah puso un lento en su Iphone wuachiwuau, My heat will go on, la canción de Titanic y la que pusieron en el casamiento cuando, en 2002, entraron al salón improvisado que armamos en el garaje de la casa de los padres de él mientras el humo de los choripanes se mezclaba con el humo que tiraba el DJ.

Si digo que no me emocioné miento. Roto y Descosida sobrevivieron a todo, incluso a ellos mismos. Mientras se besaban y besaban a sus hijos el padre de Rota y de Sarah levantó una copa y dijo
-Cada pareja tiene sus yeites, ¿cuál es el de ustedes para durar tanto? Lo pregunto para que Sarah aprenda, a ver si este es el definitivo.

Sarah lo fusiló con la mirada. El titán del éxito se atragantó con un chocolate.

Roto contestó paciencia.
Descosida dijo tener amantes.

Todos reímos.