Pegué un asiento sobre un caño, cerca de una de las tomas de aire acondicionado del colectivo. Hay olor a trapo de piso húmedo. Sale del aire. La señora que tengo a mi izquierda todavía no tiene afilado el arte de dormir parada. Cada tanto se le aflojan las rodillas, medio que se desploma, vuelve en sí justo antes de estamparse por completo contra mí y sigue dándole al ojo. Del otro lado tengo a un gordito que debe ser zombi porque nada vivo puede despedir un olor como el que tiene. Parece limpito. Mira en su celular videos de reguetón con lesbianas o algo así.

En Laferrere el chófer comienza a gritar como enajenado que si no se van para atrás, donde hay lugar, no piensa arrancar. Nadie, nadie, nadie -repito- nadie se da por aludido. El grupúsculo de deforestadados neuronales que tapa el pasillo reacciona cuando es convencida por la única fuerza capaz de darle orden al universo conocido: un hincha de Lafe. El pibe apenas pasa por la puerta del colectivo. Ocupa, cómodo, el espacio de tres personas. Tiene un gorrito tipo piluso con el escudo blanco y verde. No insulta. No levanta la voz en exceso. No amenaza, ni hace ademanes grandilocuentes. Únicamente dice “se corren” y, cual voz de Moisés fracturando las pampas líquidas del Nilo, la gente deja lugar y los apretujados avanzan. El chófer le agradece. El chabón, como todo poseedor del poder de dios, no se digna a mirarlo ni a responderle.
En la puerta del medio hay un flaquito con el escudito de Almirante Brown en la mochila. Lo saca y se lo guarda en el bolsillo de la camisa.

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Cuando lo veo venir anticipo la secuencia. El hincha se viene para dónde estoy. Ahuyenta al zombi. Sabe que su olor será inútil. Se me para al lado. Sé que desea mi rincón. Voy a defenderlo. Me doy ánimos. Me digo que si ando a pata por Kathan city de noche en una de esas soy capaz de conservar el comedero intacto. Tengo unas fotocopias en la mano que no puedo leer porque no podría girar las páginas. El gigante relojea el título. Me mira. Giña un ojo y me dice “viva Perón”. Pide permiso y sigue hacia el fondo.

No entendí nada.