Sayonara

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A cierta altura de la vida todxs podemos decir sin sonrojarnos que afectivamente nos han boleteado alguna que otra vez. Cosas que pasan. Sufrís un tiempo como si te tiraran un carbón hirviendo en mitad del pecho y vivís muriendo y resucitando por obra y gracia de un espíritu no muy santo que para bien y mal no se rinde y te arrastra. Un día, meses, años después, te despertás y ya no duele y lo único que te recuerda esa temporada es una cicatriz cocida con alambre San Martín oxidado.

Gris

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U no se hace grande y en ocasiones se vuelve un pelotudo. Olvida de plano el aspecto lúdico de la vida y entonces todos los días giran en torno a la tragedia de trabajar para vivir; o, como una suerte de Peter Pan u hombre menguante, cree que hacer cosas de pendejos mantiene a raya el paso de los años que se cuelan indiferentes en la balanza, en el espejo o en las mujeres y amigos que amamos y ya no nos llaman para navidad.