Historias mamushkas

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-No soy digno ni de un llamado por las fiestas- Me dice Marcos mientras se sirve el quinto Campari de la noche. Apenas si probó una empanada. No le hace falta. Las fiestas, como a todos, le dan la posibilidad de llenarse el buche con el reflujo de la nostalgia. Extraña a Venus pero Venus no lo extraña a él. Es lógico, se casó. Cría a sus gatos y disfruta de las mieles de su desnudez en otra compañía. Marcos es ahora como ese polvo al pasar con un desconocido una noche en la que nos pasamos de tragos en una fiesta quién sabe dónde. No significa nada. La bebida lo pone elocuente pero no hace más que enrular el rulo y lo sabe. Anochece, hace calor y los mosquitos lo distraen de sus ideas y en el fondo lo agradece. Quiere creer que de a poco se va curando de la fractura expuesta que le quedó en el alma. Esta noche parece que no le sale. Cuando se queda sin repelente mira al cielo. Sé que le reclama a los dioses por algo más pero solo dice «la concha de dios».

Mormones II

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Hay cuatro mormones en los últimos asientos de la fila doble. Voy parado junto a ellos. Tres son rubios de ojos celestes y el cuarto tiene más pinta autóctona. Lleva unos anteojos culo de botella gigantes y la cara picada de viruela. Los otros son más bien granujientos y hablan con un acento anglo medio inidentificable. Vienen de Pontevedra Hills, que como todo el mundo sabe es la capital universal de los mormones. Cuando iba al colegio por allá me gustaba cruzarlos porque si los mirás, te saludan. Soy tirando a tímido y me cuesta arrancar la charla por eso admiro a estos pibes que de la nada te saludan, te dan un panfleto del fans club de dios y te dicen que tomar café te manda al averno. Gente más flashera no hay.

Mochi

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No era amigo de Mochi, era de otro curso. En realidad se llamaba Alejandro Villegas pero no creo que nadie lo recuerde así. Solo Mochi. Era su marca. No me caía muy bien. Era amigo de mi amigo, David. Había repetido una o dos veces, me parece. Tenía, pues, más o menos nuestra edad. Petiso, retacón. Era desenvuelto, medio fulero pero entrador. Tenía una voz nasal y una colita en el pelo que le quedaba como el orto pero en esa época era un imán para las chicas.

Charly

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Una compañera de trabajo entra en la oficina para despedirse. Cuando se está por ir, por alguna razón nos ponemos a divagar sobre el sentido de la existencia. Ella dice que los que lo tienen se mienten, que no lo hay, que lo que tienen es un sentido autoimpuesto. Está a un paso de decir que el sentido de la existencia es un constructo pero como es una científica especializada en áreas recontra duras no lo hace porque mientras 2+2 sea 4 supongo que para ella el universo sigue funcionando. Acuerdo con eso del constructo pero no puedo evitar sentir una profunda envidia por los que se mienten de tal manera que ven verdad e iluminación allí donde a mi juicio no hay sino vacío, niebla, incertidumbre.

Argumentos

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Viajar se viaja en todos los horarios. Si los colectivos no fueran tan pero tan chotos se viajaría igual de mal a las 3 de la mañana, que es la única hora en la que las líneas de colectivo pueden decir que no tienen quejas, porque no tienen servicios en las zonas en las que realmente serían útiles. De nada sirve un bondi que pase cada media hora por Billinghurst y Guardia Vieja si hay taxis, Uber, cajeros, hospitales y policías cada tres cuadras. Ahora, un bondi en la plaza de la estación Mendeville del Belgrano Sur a las 2 de la matina para ir a pegar una salita de primeros auxilios es tan de ciencia ficción como el tren bala a Rosario de Cristina y Nestor, dios lo tenga en la gloria y no lo suelte.