Anoche una ex me escribe para comentarme los pormenores que descubre en una nueva incursión en la serie Gilmore Girls (¿¡¿?!?). Sí, mis ex son así. Me dice que descubre que uno que toca en la banda de un tal Lane es un músico famoso en la vida real y se llama Sebastian Bach. Me cagué de risa. Me cagué de risa porque la flaca araña los treinta y para ella los ’80 es algo de los libros de historia, porque no me imagino al cantante de una banda como Skid Row tirando diálogos ingeniosos pero improbables con Rory Gilmore. No me lo imagino normal, sin falopa, sin pose de rock’star ni me la imagino a ella tan dada a la lectura de Anatole France escuchando a ese carilindo pelilargo que tomaba de la misma ricarda con Axel Rose cuando Axel Rose era un señor peligroso y no esa tía abuela con sobrepeso que es ahora.

Ya sé que la banda cada tanto hace algo, que Sebastian Bach fue y vino como el divo que es y que gira con lo que queda de Gun’s & Roses y que cada tanto tira un cover de Hanoi Rock o de Saigon kick (sí, en esa época los nombres de bandas eran creativos, no como ahora que se llaman “Mau y ricky”). La cosa es el sonido. Un sonido Hard rock que en su época era violento pero que ahora es la sobreactuación de la violencia, como esos pibes que se carajean y se hacen fuck you en la calle y se amenazan de muerte pero que todos sabemos que no se van a pelear porque sus viejas los cagan a palos si les ponen amonestaciones por surtirse en la puerta del colegio. Porque, vamos, Sebastián Bach es un ícono del glam rock con su pelo rubio hasta la cintura, anteojos Ray-Ban, chaleco sin nada abajo, pantalones de cuero y moto choopera pero en el fondo lo que quiere es ser famoso, actuar en Gilmore Girls y que lo respeten por ser solo un chico parado frente a una chica diciéndole que la quiere.

Y sí, le dije a mi ex que me iba a dormir para no darle la oportunidad de hacerme reproches del 2013 y me quedé escuchando a Sebastian Bach y Skid Row hasta las tres de la mañana y hoy me quedé dormido. Y me cago de sueño, y viajo parado sin aire acondicionado pero con la adrenalina del rock adolescente fritándome el cerebro. Así me va.