Parada. Dos tipos, como de mi edad. Uno está taciturno, extraviado, con la mirada medio perdida, medio clavada en las palmeras podridas del refugio. Le habla al otro sin mirarlo. Contándole o contándose. Le dice -Me dejó. Es cierto que yo no me puse las pilas, pero no la cagué. Estábamos bien. Nunca me pidió nada. Yo nunca le pedí nada. Conoció a un pibe. Anduvo un tiempo con él al mismo tiempo que conmigo. Parece que el pibe apretó el acelerador y ella tuvo que elegir. Me lo dijo de frente. Una divina. ¿Qué le iba a decir, que se quedara conmigo?

No tengo una moneda y ella es de otro billete. Viajes, cosas lindas. Yo miro ese mundo como de costado. No era el problema ese ni que anduviera con otros. El problema soy yo. Ella está buenísima. Y hasta me escuchaba. Pero yo estaba bien así. ¿Viste que dicen que el equipo que gana no se cambia? ¿Que no hay que arreglar lo que no está roto? El otro día uno del laburo hablaba de algo de una zona de confort. La piba me lo dijo. ¿Qué le voy a decir? Si me preguntas por un proyecto pienso en poner un parripollo con mi cuñado, el garca. ¿Entendés? Un parripollo en un país donde la gente no tiene guita para morfar. Me dejó -sigue- no me voy a matar. No se va matar. Hasta lloró ¿Entendés? Ella me deja a mí y la que llora es ella. No puede ser más buena.
Yo le decía que no era para tanto pero ¿Sabés qué? Siento en el pecho un vacío como si ahí debiera haber algo que te duele hasta querer matarte pero no está. Una vez, el Miguel ¿te acordás de el Miguel? Tomó merca y le pegó a un patoba. Se quebró la muñeca. Él decía que no sentía nada pero que había escuchado el crack, pero no sentía el dolor y que se preocupó con eso. Paranoiqueó y fue a una guardia. Bueno, esto que siento se parece. Algo se me quebró y no puedo ubicarlo pero yo no tengo guardia a donde ir. La voy a extrañar mucho-.

El otro lo escucha, atento, hasta que le dice -no entiendo lo que me decís. Sonás como los Tangos que escuchaba mi nono en Corrientes.

Al dejado le corre un lagrimón noble, sin escándalo ni escena. Imagino que es de los tipos que podría hablar toda la noche del asunto con un buen alcohol delante. También imagino que es de los tipos que sabe que darle palabras al asunto es enrularse el rulo de los errores y arrepentimientos que no corrigen ni tapan el pozo profundo que cavamos para echar allí la podredumbre irredenta que nos esforzamos por ser desde que suena el despertador hasta que se duermen nuestros huesos.

En otros tiempos lo hubiese abrazado. En otros tiempos, distintos, hubiese puesto mi ánimo en sintonía con el suyo y hubiese llorado su llanto y sufrido su sufrir. Hoy no. Seguro que en el fondo se lo merece. Ojalá viaje parado, por las dudas.