El kairós

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En estos tiempos, por pobre que seas, algún medio consumís. Y todos tienen algún espacio noticioso, de información práctica: hora, temperatura, estado del tránsito. Cuando ocurre algo un poco fuera de lo común insisten con eso hasta freírte la atención, en especial si es para criticar al gobierno o al monopolio de turno. Entonces, que se te ocurra salir con todos tus hijos un día en donde apenas hay colectivos ¿en qué te convierte? ¿En una persona con capacidad intelectual diferente? ¿Con dificultades cognoscitivas? ¿En una inconsciente que somete a sus propios hijos al sufrimiento de ser pisados, zarandeados, casi asfixiados dentro de colectivos repletos donde la gente se insulta por el espacio, escupe a los colectiveros, se carajea con los que no pueden subir?

Chino Farmer

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Puerto Madero. Bar cheto de esos que dan al dique. Entré a tomar un café, pero no había. Con la excusa del dólar me ensartaron un Campari con descuento. Sale 3 veces más que el café y se nota que lo hicieron de mala gana. La moza tiene el barbijo colgando de una oreja. Lo usa así porque sabe que con su cara de modelo europea te convence hasta de votar a Espert. Afuera hacen 10 grados pero ella está con una remerita que le deja el pupo al aire y dice Curazao en letras de neón. En un discreto reboleo de ojos le noto los pezones en punta y la piel de gallina. Da saltos, se mueve rápido de mesa en mesa y hace bailecitos al son de la música caribeña que suena de fondo. El barman está igual. Vestido como si estuviésemos en Puerto Vallarta el tipo se frota los brazos tratando de aflojar el frío. Tiene gafas oscuras, camisa floreada, pelo en pecho con cadenas doradas que le cuelgan y una larga colita rastafari que le llega a la cintura. Supongo que los obligan a estar sin abrigo para estar en consonancia con el look centroamericano del lugar. Igual, se lo merecen, porque en la carta hay un trago que lleva café. ¿Así que hay café para ponerse en pedo gastando una fortuna pero no café para tomarse un cortado? Ojalá les de la viruela del mono por especuladores del orto.

El nuevo negro (variaciones sobre un mismo tema)

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Ahora dicen que morirse está de moda. Y tienen razón. De un tiempo a esta parte la práctica de dejar de respirar de forma definitiva se hizo popular, en especial en el segmento de la tercera edad, pero no solo circunscripta a ella. Con excusas tales como el covid, el cáncer, o la insuficiencia renal miles, cientos de miles, incluso millones de personas alrededor del mundo se dan a la banalidad de sacar a relucir su blanca palidez. Luego, en un gesto egoísta y mezquino de su parte, le dejan a sus seres queridos la tarea de enterrarlos, las deudas por pagar, los llantos por llorar.

Reflexiones de un señor de cuarentaipico que todavía cursa I

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El profesor da las consignas para un parcial. Es de a dos. No tengo con quien hacerlo porque no soy muy sociable ni tengo tiempo para serlo. Le digo a una piba que está sentada frente mí. Me pone una excusa medio gansa. Algo así como que lo quiere hacer de a tres con sus amiguitas que no están presentes. Ok. No sé qué arregla con el profesor. Tampoco me importa. Reparte los temas. Me tocó el fácil. A ella, el imposible. La cara de que se quiere coser la argolla con alambre me alegra el día.

Aniversario

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Hace unos días cumplieron 20 años de casados. Hicieron una reunión chica, para la familia, los íntimos y un grupete de 4 o 5 más. No sé a qué categoría pertenezco, pero resulta que los conozco a los dos desde mucho antes del casorio y caí en la volteada. Me invitaron y quedaba feo no ir. Fui, les llevé un vino y me acobaché en un rincón donde tienen una repisa con libros y discos a ver si podía robarme algo. También para preservarme. Tuve algo con la hermana de ella hace varios lustros y la cosa no terminó bien. No era el único en la reunión en esa situación, otros dos pibes presentes, la misma historia. Incluso creo que una flaca, que estaba del otro lado de la mesa y a la que solo cruzo en cumpleaños, casamientos y velorios también tuvo algo con ella. El creo es un eufemismo, todos lo damos por hecho, pero el tema nunca se tocó. Fue hace mucho y eran otros tiempos, de eso no se hablaba.

De venenos y cusquitos

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El falopero no es una rara avis del paisaje. Todo lo contrario. Es tan parte de la escenografía de extramuros que, como los camellos en el Corán, casi no aparecen. No hace falta, va de suyo que están ahí. De hecho, son los responsables de todo según el saber popular. ¿Te robaron? Seguro eran faloperos. ¿Te violaron? Seguro fueron los endrogados de la esquina. ¿La policía limpió a unos pendejos en la villa? Seguro eran narcos. ¿Hay gente afiliada al partido de Patricia Bullrich? Bueno… eso.

Notas apuradas sobre la exhibición del viaje

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Un grupúsculo muy extendido de gente hace culto de la idea de viaje. Van por la vida declamando su necesidad casi vital de cambiar de paisajes, de aires, de conocer nuevas personas, de vivir experiencias fuera de lo común. Todo esto acompañado de clichés y frases hechas mal citadas de cuánto autor se les cruce sean ya célebres luminarias de las artes y las ciencias o vulgares desconocidos que de casualidad dijeron algo que coincide con su forma de pensar y por eso nombran. Infaltables, también, la foto en redes sociales, publicitando el status de viajante, por lo general de 3 tipos:

Citrullus lanatus

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De todos los fenómenos conurbanos uno muy curioso es la venta de sandías. Por supuesto, como el fruto mismo, es estacional. No importa que mal que mal se consigan sandías el resto del año en cualquier verdulería. Llega diciembre y aparecen locales de venta improvisados Ad hoc, en variados puntos, en distintos barrios. Un día hay un kiosko de falopa y al otro día sin mediar corte de continuidad aparece una montaña de cientos de sandías cubiertas con una lona o un nylon con un tipo, por lo general joven, que está ahí llueve, truene o haya sol, las 24 hs. los 7 días de la semana. No sabés dónde caga, donde duerme ni de dónde salió. Como Viracocha un día aparece repartiendo sus dones y cómo Viracocha un día se va. La diferencia es, sino étnica, al menos económica: este te cobra lo que brinda. Y no está mal, hay que comer.

Barracas kosher al fondo

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Viernes. 17:30 casi 18. Voy hasta Barracas. Tomo el bondi. No es lejos pero estoy apurado. Me siento en el fondo. En la parada siguiente sube un tipo grande, sesentí largos o setenti pocos. Judío ortodoxo o algo parecido.  Camisa blanca, pantalón negro, kipá verde. No lleva saco y del cinturón no le cuelgan los cordoncitos típicos. Va con cinco nenitos. Cinco. Ya no está en edad para esos trotes pero el paisano ya’ta en el baile. Los nenitos abarcan todo el arco de la infancia. El más grande, unos 9 vestido igual que el viejo, blanquísimo, como la camisa que usa. Se le nota la falta de sol. El que le sigue tendrá unos 6, igual pero más desalineado, como si la pilcha le importara poco. Le siguen dos nenitas. Una muy muy parecida al de 6, probablemente melliza. Pollera larga. blusa. Zapatos coquetos. La única concesión a la moda es una cartera rosa. La otra nena, de unos 4, está igual solo que la carterita que lleva tiene un dibujo de los Backyardigans saludando. El viejo lleva al quinto. Un bebé, grandecito. No tiene rastros de género pero los hermanos mayores juegan a ponerle una kipá diminuta que el bebé insiste en sacarse y tirarla al piso mugroso del 12. Todos salvo el viejo y el bebé llevan barbijo puesto. El viejo lo usó solo al subir para que el chofer no le diga nada pero al llegar al asiento se lo sacó. El de 6 le dice que no se lo saque pero el viejo le dice seco pero con una sonrisa que el zeide es grande y sabe lo que tiene que hacer.

Primaverales

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Noche fresca de primavera recién arrancada. Digamos que la noche está en pañales para la monada. Para mí no, son la una y media, hace una hora que espero el bondi y encima estoy medio copeteado. Unos compañeros de laburo que no veía desde antes de la pandemia me invitaron a irnos de jarana. Acepté. Error. Ya no estoy para seguirle el tren a veinteañeros con plata, tiempo libre y salud.

Responsabilidad afectiva y fantasmas

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Elecciones. Escuela perdida de Dios en el hoyo más profundo del conurbano. Media cuadra de cola a quince minutos por cabeza. No sé si es por la cantidad de boletas o si todxs se están masturbando sobre ellas. De todos modos, va a ser un asco. Hay un aire a sexo electoral no consentido que da calambre. Desde siempre les digo que hay que socializar la producción pero estos jipis insisten con la falopa de la burguesía nacional. Que la soben.

Dante y el 96

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40 años después de la muerte de J.R.R. Tolkien, Christopher, su hijo, seguía encontrando -por decirlo de un modo elegante- papeles guardados de su padre que él, sin mucho prurito, publicaba a diestra y siniestra para seguir viviendo sin tener que trabajar honestamente como hace cualquier hijo de vecino.Nada me veda, entonces, apelar a mis ancestros italianos para trazar una línea desde ellos hasta Dante Alighieri. Que mis parientes fueran unos muertos de hambre tiraditos que vivían al sur de la bota y Dante un clase media del norte con aspiraciones no hace a la cuestión. Igual de parientes. Por eso, revolviendo papeles encuentro, como Christopher, los bosquejos que el tío Dante dejó sobre los círculos del infierno. En el último, el más indigno, el noveno, ubicó a los traidores. En su centro, centro también del universo como él lo entendía, había un lago congelado. Ya lo decía Octavio Paz, el fuego del infierno es un fuego frío. Pero hete aquí que no fue su primer opción. No, no. Durante meses el tío Dante tuvo otras opciones. Seguro que el cambio lo sugirió algún editor con ínfulas de vender el guión para una serie apta para todo público a Telefé o a Netflix, que tienen el hábito de comprar cualquier poronga.

Historias mamushkas

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-No soy digno ni de un llamado por las fiestas- Me dice Marcos mientras se sirve el quinto Campari de la noche. Apenas si probó una empanada. No le hace falta. Las fiestas, como a todos, le dan la posibilidad de llenarse el buche con el reflujo de la nostalgia. Extraña a Venus pero Venus no lo extraña a él. Es lógico, se casó. Cría a sus gatos y disfruta de las mieles de su desnudez en otra compañía. Marcos es ahora como ese polvo al pasar con un desconocido una noche en la que nos pasamos de tragos en una fiesta quién sabe dónde. No significa nada. La bebida lo pone elocuente pero no hace más que enrular el rulo y lo sabe. Anochece, hace calor y los mosquitos lo distraen de sus ideas y en el fondo lo agradece. Quiere creer que de a poco se va curando de la fractura expuesta que le quedó en el alma. Esta noche parece que no le sale. Cuando se queda sin repelente mira al cielo. Sé que le reclama a los dioses por algo más pero solo dice «la concha de dios».

Falo en desgracia

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Me llamó Lisa, el falo, como le decían en esos antros psi que frecuentaba cuando niñata. Más o menos al inicio de la cuarentena había pegado un chongo. Para alguien que venía de una relación de 15 años que se apagó lenta y cansinamente el encuentro con un cuerpo distinto al que dictaba la costumbre debió ser algo así como el maná en el desierto o como encontrar guita en un jean a fin de mes. Un golazo. Pero se terminó. Después de 10 meses de pasarse días el uno en la casa del otro, de coger en todos los rincones y leer a cuatro ojos los mismo libros parece que se terminó. Chin-pum!

Los bonistas de mi corazón

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Deudas tenemos todos; con el panadero, con la escuela de los nenes o con Juan Carlos Mastercard, que dios lo tenga en su gloria y no lo suelte.  Por no hablar de las deudas morales porque de pequeñas y grandes traiciones se hizo el mundo tal y como lo conocemos. Así que estar hasta las bolas no es una cosa muy novedosa que digamos. Lo novedoso es en todo caso que te perdonen un cacho de deuda. No es gratis, pero algo es algo.

El título sobra

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Resulta que luego de un centenar de días encerrado, en mitad de la cuarentena, en una de sus fases más duras, no hago más que escuchar historias de desconfinamiento a puro pechito gentil. Gente que conozco se jacta de salir, de reunirse, de escaparse para garchar y tomar. Me llega, incluso, la historia de unos conocidos, que salen a comer afuera, en un lugar que abre, secretamente, para que la monada deguste pizzas, tintos, escuche música y baile «pero bajito, para que no salte la ficha». Ok, no se jactan, pero se justifican como si luego de su esfuerzo tuvieran derecho a un «permitido». Capaz que sí, no lo sé. No me voy a poner en vigilante.